domingo, 13 de marzo de 2011

Dejaremos las uñas así, ¿eh? No más largas.
Dejaremos el pelo largo, ¿eh? para que consigas trabajo.
En esas que te das cuenta de que tu cuerpo no es tuyo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Que revelador es mirar en el borde de un precipicio hacia atrás
El mar lame mis pestañadas quemadas por el sol.
¡No me llores, te lo ruego!
El pelo me viene a los ojos y a los labios, buscando
a ciegas mis lágrimas, tus sonrisas.
¡Cállate! Jamás quiero escuchar tu risa,
ni perderme en la orilla del océano

Escucho estallar los huesos de tus brazos,
y mis ojos buscan un borde donde sujetar
las arañas, albinas asesinas
¡Para poder chillarte en el oído!
Alejate para siempre, ¡pero dejáme arrastrarte!
Llevarte al estado más esquizoide,
sujetarte entre dos alambres que te arañan,
inmolarte en mi rabia descontrolada.

Y pedirte el silencio consagrado.
Cuando me aparte de tí, no busques mi rostro
Me confundiré entre la guerra,
haciendo que me pierdas de vista.
En realidad, simplemente, estoy aquí.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ve corriendo al fregadero, y mira por el desagüe el interior de la tierra.
Estoy allá abajo, esperando; estoy aquí arriba, observando.

-

Ante su mirada perdida, un mar de ventanas iluminadas en un horizonte oscuro.
Pensó en Clones. Debía retomar la lectura.
Nada, tenía la mente llena, un pozo enmarañados de exclamaciones terribles,
hiladas por la pasión, por el deseo y por la frustración; las tres cabezas, unidas
en su frente, suplicaban un poco más de clemencia en aquellas palabras.
Lo arrastró. Siquiera lo pensó. Llevó sus flacas manos, sus dedos afilados
como alambres, sus manos de arañas albinas a su destino. No sintió nada,
sólo quería saber que estaba allí. Que no era uno gritando solo en la oscuridad
de aquel páramo mal iluminado. Sus palabras, se las quería tragar. Observó
como sus labios pronunciaban cada palabra, y se quedaba con ellas, se las
llevaba de su lengua, las sacrificaba en su garganta.

domingo, 6 de marzo de 2011

La muerte del muchacho


Nadie pudo percibir el extraño aroma que emanaba de los tiernos labios del muchacho.
Yo tenía lágrimas en los ojos, pero para él eran invisibles. No llenaban estas sus apagados
ojos de colores.
Un aullido terrible, vaciando las entrañas, en sus brazos el tierno cuerpo apagado del chico.
¡Venganza, sólo ansiaba venganza! ¡Que el silencio aclamara abruptamente que tenía
razón! ¡Que las campanas machacaran los oídos de los humanos!
¡Venganza, por Dios, había cerrado los ojos del muchacho más tierno del mundo!
Egoísta ser inmortal, ¿que has hecho? ¿Porque debo yo llevarme la mala parte?
Dejó con cuidado al muchacho en el ataúd, acariciando por enésima vez su pelo cobrizo.
Su semblante parecía dormido, taciturno, perdido en alguna ensoñación terrible de la
cual era incapaz de volver.
"Silencio, pequeño, vela por los vivos;" pensé, "pues más vale que tus tiernos párpados
mantengan tus dos tristes lunas en algún lugar extraviado de la tierra, pues será tanta
la sangre que por tí vierta, que preferirás abrazarte al recuerdo de aquella muchacha que
te abandonó, cuando dijo quererte..."
Un crujido.
La tapa del ataúd se desliza pesadamente, ocultando su rostro. Gira con elegancia en sus
talones, para desaparecer por los pasillos de la antigua mansión antediluviana.